El Papa Francisco llegó a Estados Unidos luego de su paso
por Cuba. El pontífice pretende dar una
señal de unión y acercamiento entre los dos países, política que ha llevado en
conjunto con Barack Obama.
La idea romántica del final feliz que el discurso bien
armado y pensado nos devuelve es sólo la ilusión (tal vez bien intencionada,
tal vez no) pero ilusión al fin, de que los tiranos dejarán de ser tiranos y
quienes tienen ansias de libertad serán liberados.
La ilusión cuando se transforma en pomposo discurso político
se vuelve demagogia, la cuál es el alimento que mejor nutre a todo populista y
déspota.
El Papa Francisco, con un estilo discursivo sin énfasis,
lleno de mensajes por elevación y mensajes entre líneas, expresa posiciones
constantemente. Hay quienes intentan discutir que no son posiciones firmes,
sino mensajes confusos que disfrazan una estrategia brillante. Sin embargo, o
la estrategia no es tan brillante ya que no está funcionando, o bien, sus
posiciones son claras aunque su discurso no lo sea.
Hablar de las ideologías en Cuba, de manera abstracta y sin
ningún pronunciamiento que condene la dictadura que en sus garras esclaviza a
un pueblo entero, y que tiene presos políticos que han cometido el “delito” de
opinar y pensar, no es una estrategia brillante, es una salida fácil para
conformar a la opinión pública de los países dónde sí se puede opinar, y a su
vez, una manera de no ofender al tirano.
Mientras los disidentes intentaban alcanzar al Papa, la
seguridad del Vaticano los apartaba de la multitud y la policía de la dictadura
los apresaba. Esta noticia pasó las fronteras, y la indignación por la falta de
respeto a la dignidad humana se hizo elocuente en las redes sociales y en los
medios más importantes del mundo. Sin embargo, y como demostración más que
contundente de la falta de acceso a la información bajo el cielo de la
dictadura cubana, el Papa Francisco en su vuelo de ida al país de la libertad,
anunció a los periodistas que él no se había enterado absolutamente nada de los
disidentes presos.
Una vez en Washington, y ante los pobres titulares que había
dejado su paso por la Habana, Francisco
tomó coraje y se decidió, por fin, a exigir justicia, igualdad y acogimiento a
los inmigrantes.
Lamentablemente, el “timing” del Papa está desencajado.
Pidió justicia en el país que la inventó, pidió igualdad en el país dónde el
único ser supremo reconocido institucionalmente es “el Creador”, pidió por los
inmigrantes en el país dónde sus fronteras significan la única y última
esperanza de los seres humanos desamparados y oprimidos por tiranos y
dictadorzuelos, que curiosamente, cuando intentan justificar sus tropelías,
apelan al discurso del “capitalismo salvaje”, “la tiranía del capitalismo” y
demás frases demodé que hoy han resurgido, no sólo por el chavismo y su
metástasis en Latinoamérica, sino por el insistente discurso papal.
Mientras el mundo cristiano está siendo incinerado,
decapitado y flagelado; mientras en Latinoamérica el chavismo en su versión
Maduro aplica métodos nazis con sus vecinos colombianos; mientras en el país
natal del Papa mueren niños por desnutrición, los adolescentes están siendo liquidados
por las drogas y el narcotráfico promete instalarse en su peor versión; mientras
los cubanos se tiran a los colmillos de tiburones buscando las esperanzas que
los colmillos de los Castros les han quitado; mientras el mundo exige al
representante de Jesús en la Tierra (según lo reconoce la Iglesia Católica) que
levante la voz por los oprimidos, Francisco ensaya palabras valientes contra el
sistema que libera, y edulcora los oídos de los tiranos con discursos cobardes
frente a sistemas que matan.
Virginia Tuckey
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