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El Partido Republicano como garante de la libertad


A pocos meses de una nueva elección presidencial, la competencia por la Casa Blanca va generando debates no solo entre los candidatos, sino entre los ciudadanos sobre qué tipo de sociedad quieren.

La del 2020 se parece mucho a todas las anteriores campañas presidenciales, no solo en sus debates, en los miedos y esperanzas de los ciudadanos, sino también en los temas que salen a la superficie para ser discutidos. 

Como el Partido Republicano ya tiene a su candidato, el foco en la etapa de primarias está puesto en el Partido Demócrata, el cual cuenta con aspirantes a la nominación que solo se diferencian el uno del otro en las formas, mientras sus plataformas políticas no presentan ninguna diferencia sustancial.

Esta diferenciación en las formas pretende vender a ciertos candidatos como más moderados que otros, sobre todo frente a Bernie Sanders.

Para sorpresa y disgusto del establishment Demócrata, quién está liderando en las encuestas y ganando en las elecciones primarias hasta ahora llevadas a cabo es el único candidato que presenta coherencia entre sus propuestas y su denominación ideológica. El Senador Bernie Sanders que, a diferencia de los demás, sí acepta ser socialista está definiendo finalmente la verdadera esencia de los Demócratas contemporáneos.

El socialismo llegó al Partido Demócrata hace mucho tiempo, pero desde entonces se han cuidado de manera muy prolija de no reconocerse como socialistas. Esto no es un dato menor, porque está directamente relacionado con el efecto que tienen ciertas posturas políticas ante los electores. No es lo mismo que los ciudadanos voten engañados y desde la buena fe a un candidato que se presenta como “progresista” a que los ciudadanos voten felices y esperanzados a un declarado socialista, admirador y defensor del brutal sistema comunista y de los tiranos que lo han practicado a lo largo de la historia. La diferencia no reside en los candidatos, ya que son lo mismo e igualmente peligrosos, la diferencia reside en la capacidad de gran parte de la ciudadanía de favorecer a una idea tiránica cuando se la ofrecen de manera explícita.

El fenómeno Bernie Sanders no es casualidad ni un accidente del sistema, el fenómeno socialista del partido de Kennedy es solo una etapa más del alejamiento que han tenido los Demócratas de las ideas fundacionales de Estados Unidos. Siempre críticos del sistema, apologistas del tercer mundo y sus prácticas intervencionistas, además de culposos de su propia historia -como cuando Obama salió de gira por el mundo a pedir disculpas por la grandeza americana- el Partido Demócrata ha abierto sus brazos y adoptado como propio el fallido socialismo europeo, mejor conocido como socialdemocracia, y ha coqueteado con dictadores mientras perseguía con la agencia impositiva IRS a quienes citaban la Constitución o a los Padres Fundadores en sus redes sociales.

Las nuevas generaciones, hijos cómodos del único sistema que permite la generación de riqueza y una vida confortable, contaminados de mensajes apocalípticos sobre el fin del mundo y extasiados de soberbia por el protagonismo que políticos y filántropos ancianos dicen dar a “los jóvenes” como “agentes fundamentales del cambio”, han caído en la trampa del socialismo, como indican cada una de las encuestas que se han hecho hasta ahora. La mayoría de aquellos que no superan los 30 años dicen estar más de acuerdo con este sistema opresor que con cualquier otro sistema, mientras que también la mayoría de ellos no pueden definir a qué se refieren cuando hablan de socialismo. Esto no sería en absoluto un problema, excepto porque estas personas que parecen adultas pero no lo son, tienen decisión de voto.

Además de esta generación de jóvenes ricos aspirando a la vida de los jóvenes norcoreanos y cubanos, nos encontramos con el fenómeno de la comunidad latina que vive en Estados Unidos. Ellos han emigrado porque en sus países el socialismo los ha saqueado, perseguido y llevado hasta la miseria más indigna. Ellos, portadores de muchas historias de sufrimiento pero también de superación y de cabal demostración del sueño americano, también –en su mayoría- votan a Sanders. Con excepción de la comunidad cubana, el resto de los latinos que emigraron a Estados Unidos sigue favoreciendo con su voto a la izquierda.

Esta fuerte base de jóvenes “revolucionarios” y ciudadanos que han huido de sus países pero que no logran escaparse de la ética del tercer mundo están entusiasmados porque luego de tantos años de escuchar discursos sobre aventuras mágicas del intervencionismo estatal, hoy descubren que todo eso se sintetiza en la palabra que Bernie Sanders les enseñó: el “socialismo”.

Este entusiasmo con el Senador de Vermont puso en alerta a los jerarcas del Partido Demócrata por miedo a que tanta sinceridad marxista termine con las ansias del poder ilimitado que vienen promulgando hace décadas.

Aunque lo más importante es que también están en alerta quienes comprenden la profundidad y la gravedad de estos hechos, y saben que Sanders no está hablando de nada nuevo, sino de un sistema que ha terminado con la vida de más de cien millones de seres humanos. Pero sobre todo, advierten que el avance del socialismo terminaría con Estados Unidos tal como se lo ha conocido desde su fundación hasta el día de hoy.

Ante este panorama y ante la falta de alternativas reales entre los Demócratas, el bipartidismo americano ha cambiado su esencia radicalmente. La tradición de tener dos principales partidos políticos, dónde los debates y propuestas no consideraban ponerse por encima de la Constitución y, por ende, de la libertad de los ciudadanos se terminó.

Con la bandera del socialismo flameando entre los entusiastas votantes Demócratas, hoy es el Partido Republicano el único espacio político importante que promueve y defiende los valores fundacionales americanos.

Tal vez, esto no sería alarmante si no fuera que estamos hablando del país que es pilar de las libertades del mundo entero. No porque ellos manipulen la libertad y no respeten la autodeterminación de cada pueblo, sino porque el poderío militar americano, sus fuertes bases republicanas y federales, y la consecuencia de este sistema virtuoso han hecho de este país el más poderoso en cada aspecto que podamos pensar, sirviendo este poder como contrapeso a los regímenes totalitarios y marginales en el respeto a la liberad individual.

La caída de Estados Unidos sería la caída del país al cual le temen los totalitarios y que es refugio de perseguidos. Sería la caída del país que salvó a Europa de sus “maravillosas” ideas totalitarias, y que ofreció al mundo entero su Constitución republicana y federal. Sería la caída de la república más antigua del mundo, la que con su fundación marcó el comienzo de una etapa de prosperidad en todo el planeta que nunca antes había sucedido. Sería la caída del máximo poder militar anti totalitario que existe. Pero lo más importante es que sería el quiebre de la raíz ética anglo protestante que es la base más fuerte de la nación norteamericana y la causa principal de su sistema institucional liberal.

El fenómeno Sanders o el shock de ver a un socialista logrando posicionar al totalitarismo por encima de la libertad como ideal de justicia, tiene su contrapeso en el partido de Abraham Lincoln, hoy liderado por el Presidente Trump y en aquellos ciudadanos que entienden la importancia del ideal americano y de la responsabilidad que tienen ellos para sostener con su voto lo que sus hijos y abuelos han sostenido con su propia vida.

Afortunadamente, la administración Trump ha advertido el peligro del cual todos hoy hablan y ha trabajado sobre ello desde el primer día.

Empezando por el corte de raíz con movimientos radicales ambientalistas y con tratados comerciales que buscaban cambiar el espíritu del libre mercado, además de devolver la libertad de comercio eliminando impuestos y regulaciones masivamente, y quitando las trabas a la producción de energía, el Presidente Trump ha fortalecido a su país y ha debilitado al globalismo internacional, que bajo máscaras de supuestas buenas intenciones, marchaban a paso incesante hacia un sistema de control extremo sobre la vida de las personas y al aniquilamiento de la soberanía de los países y la pérdida total del valor del individuo.

También, el sinceramiento que los republicanos han hecho del sistema totalitario chino, quitándoles poder sobre la tecnología militar y frenando la expansión imperial totalitaria que busca llevar a cabo el politburó comunista de China, ha sido un eje fundamental a la hora de recobrar libertades y detener la avanzada de los autoritarios.

Y fundamentalmente, el Partido Republicano no ha abdicado jamás en la defensa de la libertad de culto, la reivindicación de los valores cristianos -que han sido atacados sistemáticamente por la izquierda americana- y en la defensa del “american way of life” (el modo de vida americano) que refiere a la adhesión cultural a los principios de la “vida, la libertad y la búsqueda de la propia felicidad".

Estas políticas, sumadas a muchas otras, han fortalecido las libertades de los ciudadanos americanos, reforzado el espíritu federal y republicano de las instituciones, generado un proceso de creación de riqueza histórico acompañado de pleno empleo. A nivel internacional han logrado debilitar a los tiranos y sus tiranías, han comprometido a los mandatarios del mundo libre a expresar si están comprometidos o no con la libertad de los pueblos y han retomado el liderazgo que se venía cediendo a los imperios tiránicos como el chino y el ruso.

Estados Unidos no es sólo un país, es fundamentalmente una idea que funcionó y cambió el rumbo de la humanidad hacia un destino de prosperidad y desarrollo en favor de todos los seres humanos, sin distinción.

Esta idea está bajo amenaza no solo frente a enemigos externos, sino también en los enemigos internos que hoy están a los codazos entre ellos intentando ser nominados para la carrera presidencial.

Si los americanos caen en las garras del socialismo, el sistema que hoy los cobija se quebrará y el mundo se caerá con ellos.

Es responsabilidad del Partido Republicano advertir esta amenaza y pelear hasta el final para que las ideas de los Padres Fundadores logren prevalecer sobre la demagogia y la mentira del socialismo demócrata. Es responsabilidad de los ciudadanos americanos no cooptados por las fantasías soviéticas frenar la avanzada del enemigo.

La realidad de los seres humanos es hoy mejor que cualquier realidad anterior y esto solo puede seguir así si los ciudadanos americanos deciden por la opción conservadora. Teniendo este dato en cuenta, podemos tomar dimensión de la importancia de la nación americana para que los derechos prevalezcan y, sobre todo, del rol que cumplen los republicanos. Sobre el hombro del conservadurismo americano se sostiene la libertad de ellos y del mundo entero.

Virginia Tuckey.-

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