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El EEUU postelectoral y la gran oportunidad del Partido Republicano

Las elecciones de medio término celebradas en Estados Unidos el pasado 4 de noviembre han sido de una contundencia incuestionable a favor del Partido Republicano.

El control en la Cámara de Representantes no estaba en duda, sin embargo, no se preveía que los republicanos iban a lograr un récord de recuperación de bancas (como no se veía hace casi cien años).
 En el caso del Senado, se han recuperado siete bancas (sólo se necesitaban seis para obtener mayoría)  y aún hay tres (Virginia, Alaska y Georgia)  a ser definidas próximamente.

Finalmente, lo más sorprendente, fue el caso de las gobernaciones, dónde todo indicaba que los demócratas iban a correr con cierta ventaja. No obstante, los republicanos tomaron el control en la mayoría de los Estados.

Sin dudas, el sistema de pesos y contrapesos que definen a una República, sigue en pie en el país del norte. Sin embargo, es este sistema, el republicano federal, el que está en juego. Hoy, más que nunca.
La etapa postelectoral nos presenta varios escenarios y abre varios interrogantes.

Lo primero a tener en cuenta es la etapa del “pato rengo”, tal y como se conoce en la jerga de la ciencia política, al tramo final que atraviesan funcionarios públicos electos. Los próximos dos meses no serán desperdiciados por aquellos que han sido reemplazados en su cargo. Harry Reid, líder de la mayoría demócrata en el Senado, ya planea su estrategia de seguir promoviendo más gasto y programas deficitarios enemigos de la propiedad privada, disfrazados de “ecológicos”.

A más largo plazo, se presenta la cuestión de cómo lidiar con un Presidente que afirma que “no va a esperar a que se legisle”, porque él tiene “una lapicera y un teléfono” que va a “usar para firmar decretos que provean a los americanos la ayuda que necesitan”. La ayuda que necesitan según Obama, su teléfono y su lapicera; y nadie más, ni siquiera aquellos que van a ser “ayudados”.

Para poder atravesar estos dos años, los republicanos electos deberán responder el primer gran interrogante de esta elección: ¿Qué pesó más? ¿El fracaso de la administración Obama o el liderazgo republicano en la defensa de los principios fundacionales?

La respuesta más contundente es que se votó en contra de Obama. También hay mérito del lado republicano, pero el mismo viene de sus bases, quienes se mantienen cautelosos ante el establishment del partido conservador, advirtiéndoles que no los sentaron en el Congreso para ser moderados frente a la destrucción de los principios que han forjado la federación americana, sino todo lo contrario. Exigen, hoy más que nunca, contundencia, claridad y honestidad intelectual para poder erigirse frente al gigante de la demagogia que ha invadido la Casa Blanca estos últimos años.

Los grandes temas que deberán enfrentar son: el debate sobre la eliminación (total o parcial) del seguro de salud “Obamacare”, la apertura para la construcción del oleoducto “Pipeline XL”, la inmigración ilegal y, el gasto y  estrategia con respecto al terrorismo que hoy  se ve vigorizado frente a un Estados Unidos ausente y falto de liderazgo.

Aunque el Presidente, en su discurso postelectoral,  dijo en tono firme “los escucho”; no tardó en dejar claro que, aunque su plan de salud (“Obamacare”) ha tenido siempre un piso de desaprobación del 60%, él no va a firmar absolutamente nada que postergue sus planes de llevar adelante la extinción de esta ley. Los escucho, pero los veto; mensaje claro y contundente del demócrata.

La obstinación de Obama en defender su agenda no va a cesar, pero va a encontrar, esta vez, detractores dentro de su propio partido. Las internas han comenzado hace meses, pero se avecinan tiempos de un total desapego de Obama, para brindar protección a la mimada demócrata del momento, Hillary Clinton.

El escenario político es inmejorable para el Partido Republicano. Una vez más, el pueblo americano les ha delegado la gran responsabilidad de ser los vigilantes de la República ante el caos causado, una vez más, por el socialismo demócrata (valga la redundancia entre caos y socialismo).


Las legislativas 2014 han dejado en claro que los americanos no quieren las políticas de Obama, no quieren un Estados Unidos tercermundista. Los republicanos que han sido puestos a cargo, tienen la gran responsabilidad de llegar a la Casa Blanca en 2016; y esto requerirá tener en cuenta aquel pensamiento de Goldwater que afirma “que a la hora de defender la libertad, la moderación no es ninguna virtud”.

Virginia Tuckey.-

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