Se votó nuevamente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Rodríguez Larreta es el Jefe de Gobierno electo luego de que el ballotage lo dejara con escasos tres puntos por encima de Martín Lousteau.
Esta elección fue esperada ansiosamente por el PRO para ser usada como el trampolín que empujara a Mauricio Macri a la presidencia. La estrategia, finalmente –y a menos de un mes de las PASO presidenciales-, no resultó como se esperaba. Aunque los acérrimos militantes y seguidores del PRO intentaban demostrar su felicidad con el infantil y poco convincente “lo importante es que ganamos” y “le ganamos a todos los partidos”, la realidad es que las sonrisas forzadas y la notable falta de euforia en el bunker del candidato ganador demostraron claramente otra cosa. Algo no salió como se esperaba.
En política, como en la vida misma, la contemplación de los factores a tener en cuenta para asegurar un resultado en un futuro cercano o lejano, son imposibles de considerar en su totalidad, ya que la dinámica del mundo y los millones de individuos que formamos parte de él no lo permiten. Sin embargo, hay cuestiones que son de carácter básico, sobre todo cuando lo elevamos a un nivel profesional.
No tener en cuenta las altas probabilidades de que existiese un ballotage y que dicha elección se llevaría a cabo en plenas vacaciones de invierno, no son cuestiones que se escapan del análisis del asesor político por la complejidad de los factores sino por simple torpeza de quienes se han cargado al hombro la estrategia política partidaria. No ser capaz de obtener una encuesta para uso interno con datos confiables y que expresen la realidad con un margen de error lógico (y que no alimente falsas expectativas que luego vuelven como un búmeran al conocerse el resultado verdadero) genera sospechas sobre la idoneidad de quienes lideran la campaña del PRO.
Entender que el trampolín para activar las chances presidenciales no dependía del resultado electoral de la Ciudad de Buenos Aires, sino que la campaña presidencial tendría que haber sido un trampolín para los resultados en la Ciudad, para Santa Fe y el resto del país, y que sería esto lo que finalmente daría las bases sólidas que se necesitan en la Argentina de hoy para enfrentar a quienes ostentan el poder sin escrúpulos, no requería de un genio de la ciencia política sino simplemente de la virtud del coraje y la honestidad intelectual del establishment que da forma a la estrategia partidaria para construir desde arriba y provocar un efecto derrame que sirviera de fortalecimiento de las bases.
Pedir que Lousteau se baje del ballotage, teniendo en cuenta que Mauricio Macri podría atravesar idéntico escenario frente a Daniel Scioli en octubre –amén de la poca dignidad detrás de ese ruego-, demuestra un nivel ruin y alarmante en la estrategia e inteligencia política.
Exaltar que “se ganó a todos los partidos” es apelar a una parcialidad que por su extracción del contexto podría resultar mentirosa en otros entornos. Ganar la Ciudad de Buenos Aires no asegura ganar el país, y mucho menos, la provincia de Buenos Aires. Hasta se podría decir, que nada de lo que se usa en la Ciudad como estrategia será realmente útil a nivel nacional por un antagonismo sociológico harto conocido. Teniendo en cuenta este antágonismo, si la Ciudad que ha mimado siempre a Mauricio Macri lo deja al borde de una elección, ¿qué podemos esperar de la Provincia de Buenos Aires? ¿y del resto del país?
Tomar la critica constructiva como un ataque enemigo destructor es alarmante cuando esto sucede en los mandos medios que tienen, entre otras cosas, la importante tarea de sumar votos.
Responder a aquella crítica con un tono de snobismo falsificado apelando al supuesto monopolio de ser la única alternativa al peligro institucional que enfrentamos, y usando esto como una justificación para apelar al silencio de quienes ellos quieren como electores, no los diferencia demasiado de quienes dicen oponerse.
Es probable que todo lo que ha sucedido hasta ahora parezca una secuencia de “errores” que en realidad tendrá un desenlace de victoria para Mauricio Macri y su asesor Durán Barba. Tal vez, hay algo que no podemos alcanzar a vislumbrar quienes estamos preocupados por ver poca acción o acciones confusas y erradas de parte de quién tiene más chances de rescatar el Sillón de Rivadavia. Tal vez, el triunfo ya está asegurado y por esto mismo se está jugando la carta de la actitud "light”. Tal vez, en los próximos días, Macri nos contará un gran plan que devolverá a Argentina su dignidad republicana. Tal vez, en los próximos días, nos deslumbremos al darnos cuenta que han estudiado y aprendido las lecciones de grandes políticos y estrategas, como fueron Churchill y Mac Arthur, y de quienes comprendieron que “las criticas no serán agradables, pero son necesarias” y que “es fatal entrar en cualquier guerra sin voluntad de ganarla”.
Faltan escasas semanas para que el futuro del país se defina. El tiempo corre y a la República se le acaba el oxígeno. Mauricio Macri está ante un momento y oportunidad históricos. Él decidió jugar este momento, él decidió encabezar "el cambio". ¿Tendrá en cuenta que el cambio es ahora o no es nunca más? ¿Tendrá en cuenta que el activo más importante hoy es el coraje y no la timidez? ¿Tendrá en cuenta que no importa el resultado sino la actitud que él tome? ¿tendrá en cuenta que somos muchos quienes estamos dispuestos a acompañarlo?
En Argentina no hay segundas oportunidades para quienes pierden una elección presidencial, es ahora o nunca. En Argentina, da la casualidad, tampoco hay muchas chances para conservar los últimos vestigios de República y recuperar los que perdimos. Es ahora o nunca.
Virginia Tuckey.-
Esta elección fue esperada ansiosamente por el PRO para ser usada como el trampolín que empujara a Mauricio Macri a la presidencia. La estrategia, finalmente –y a menos de un mes de las PASO presidenciales-, no resultó como se esperaba. Aunque los acérrimos militantes y seguidores del PRO intentaban demostrar su felicidad con el infantil y poco convincente “lo importante es que ganamos” y “le ganamos a todos los partidos”, la realidad es que las sonrisas forzadas y la notable falta de euforia en el bunker del candidato ganador demostraron claramente otra cosa. Algo no salió como se esperaba.
En política, como en la vida misma, la contemplación de los factores a tener en cuenta para asegurar un resultado en un futuro cercano o lejano, son imposibles de considerar en su totalidad, ya que la dinámica del mundo y los millones de individuos que formamos parte de él no lo permiten. Sin embargo, hay cuestiones que son de carácter básico, sobre todo cuando lo elevamos a un nivel profesional.
No tener en cuenta las altas probabilidades de que existiese un ballotage y que dicha elección se llevaría a cabo en plenas vacaciones de invierno, no son cuestiones que se escapan del análisis del asesor político por la complejidad de los factores sino por simple torpeza de quienes se han cargado al hombro la estrategia política partidaria. No ser capaz de obtener una encuesta para uso interno con datos confiables y que expresen la realidad con un margen de error lógico (y que no alimente falsas expectativas que luego vuelven como un búmeran al conocerse el resultado verdadero) genera sospechas sobre la idoneidad de quienes lideran la campaña del PRO.
Entender que el trampolín para activar las chances presidenciales no dependía del resultado electoral de la Ciudad de Buenos Aires, sino que la campaña presidencial tendría que haber sido un trampolín para los resultados en la Ciudad, para Santa Fe y el resto del país, y que sería esto lo que finalmente daría las bases sólidas que se necesitan en la Argentina de hoy para enfrentar a quienes ostentan el poder sin escrúpulos, no requería de un genio de la ciencia política sino simplemente de la virtud del coraje y la honestidad intelectual del establishment que da forma a la estrategia partidaria para construir desde arriba y provocar un efecto derrame que sirviera de fortalecimiento de las bases.
Pedir que Lousteau se baje del ballotage, teniendo en cuenta que Mauricio Macri podría atravesar idéntico escenario frente a Daniel Scioli en octubre –amén de la poca dignidad detrás de ese ruego-, demuestra un nivel ruin y alarmante en la estrategia e inteligencia política.
Exaltar que “se ganó a todos los partidos” es apelar a una parcialidad que por su extracción del contexto podría resultar mentirosa en otros entornos. Ganar la Ciudad de Buenos Aires no asegura ganar el país, y mucho menos, la provincia de Buenos Aires. Hasta se podría decir, que nada de lo que se usa en la Ciudad como estrategia será realmente útil a nivel nacional por un antagonismo sociológico harto conocido. Teniendo en cuenta este antágonismo, si la Ciudad que ha mimado siempre a Mauricio Macri lo deja al borde de una elección, ¿qué podemos esperar de la Provincia de Buenos Aires? ¿y del resto del país?
Tomar la critica constructiva como un ataque enemigo destructor es alarmante cuando esto sucede en los mandos medios que tienen, entre otras cosas, la importante tarea de sumar votos.
Responder a aquella crítica con un tono de snobismo falsificado apelando al supuesto monopolio de ser la única alternativa al peligro institucional que enfrentamos, y usando esto como una justificación para apelar al silencio de quienes ellos quieren como electores, no los diferencia demasiado de quienes dicen oponerse.
Es probable que todo lo que ha sucedido hasta ahora parezca una secuencia de “errores” que en realidad tendrá un desenlace de victoria para Mauricio Macri y su asesor Durán Barba. Tal vez, hay algo que no podemos alcanzar a vislumbrar quienes estamos preocupados por ver poca acción o acciones confusas y erradas de parte de quién tiene más chances de rescatar el Sillón de Rivadavia. Tal vez, el triunfo ya está asegurado y por esto mismo se está jugando la carta de la actitud "light”. Tal vez, en los próximos días, Macri nos contará un gran plan que devolverá a Argentina su dignidad republicana. Tal vez, en los próximos días, nos deslumbremos al darnos cuenta que han estudiado y aprendido las lecciones de grandes políticos y estrategas, como fueron Churchill y Mac Arthur, y de quienes comprendieron que “las criticas no serán agradables, pero son necesarias” y que “es fatal entrar en cualquier guerra sin voluntad de ganarla”.
Faltan escasas semanas para que el futuro del país se defina. El tiempo corre y a la República se le acaba el oxígeno. Mauricio Macri está ante un momento y oportunidad históricos. Él decidió jugar este momento, él decidió encabezar "el cambio". ¿Tendrá en cuenta que el cambio es ahora o no es nunca más? ¿Tendrá en cuenta que el activo más importante hoy es el coraje y no la timidez? ¿Tendrá en cuenta que no importa el resultado sino la actitud que él tome? ¿tendrá en cuenta que somos muchos quienes estamos dispuestos a acompañarlo?
En Argentina no hay segundas oportunidades para quienes pierden una elección presidencial, es ahora o nunca. En Argentina, da la casualidad, tampoco hay muchas chances para conservar los últimos vestigios de República y recuperar los que perdimos. Es ahora o nunca.
Virginia Tuckey.-
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