“No
hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor
de la justicia.” Montesquieu
Los acontecimientos recientes de
Venezuela son simplemente las primeras consecuencias de un plan siniestro que
se ha expandido rauda e irreverentemente en Latinoamérica.
El slogan propagandístico
“Socialismo del Siglo XXI”, que intenta expresar vaguedades conceptuales muy
convenientes a los maquiavélicos fines de la izquierda, ha servido como máscara
del desconocido y nocivo Foro de San Pablo.
Ante la caída del
muro de Berlín y la catástrofe soviética, que ya no tenía más opción que disolverse,
Fidel Castro vislumbró que quedaba en soledad y financieramente perdido. Por lo
tanto, decidió revivir los objetivos de la Conferencia de OLAS. Sabía que el
mundo, momentáneamente, despreciaba al comunismo. Sin embargo, Latinoamérica
era tierra fértil para las malas ideas.
En el año 1967,
en La Habana, OLAS reúne a toda la izquierda del continente para expresar
firmemente que “…los pueblos latinoamericanos deben oponer una
estrategia común revolucionaria, fundamentada en un profundo sentido de la
solidaridad, dirigida a la toma del poder mediante la lucha armada”.
OLAS fracasó en los 70, pero eso
no evitó que el siglo XXI la vea renacer en la ciudad de Sao Paulo de la mano
de Luiz Inácio “Lula” da Silva y Fidel Castro.
Corría el año 1990, el líder
sindical brasilero (obediente al pedido del dictador cubano) reúne a toda la
izquierda latinoamericana (movimientos, partidos políticos, grupos subversivos,
guerrilleros, etc) en la ciudad de Sao Paulo. Allí, decidieron que la vía
armada ya no era el camino, no porque creyesen en la democracia y la república,
sino porque como estrategia política para la conquista del poder, resultaría
sumamente impopular. Por lo tanto, acordaron que lo harían ganando elecciones. Esto
era lo único que cambiaría, el objetivo que perseguían sería el mismo de
siempre, “reconquistar en América Latina el imperio que se había perdido en
Europa del Este” según palabras textuales del dictador Castro. Esto, en otros
términos, sería la sovietización/cubanización del continente americano.
La crisis ética y moral de
Latinoamérica, que ha guiado a sus ciudadanos a observar con beneplácito la
corrupción obscena de los políticos por mucho tiempo, ha llevado a la izquierda
del Foro de Sao Paulo a difundir un discurso de cambio, de renovación política
y moral. Cada uno de ellos se adaptaría al contexto de sus países. Es por esto
que Chávez negaría rotundamente, al igual que los Kirchner en Argentina, que
ellos, bajo ningún punto de vista, tenían intenciones de cubanizar sus países.
Una vez en el poder, cada uno de
ellos y en la medida de lo posible, tendría que cumplir con los pasos para que
la revolución, tarde o temprano, se pudiera instalar. Lo primero y fundamental
para que todo lo demás fuera posible era quitar el poder a las Fuerzas Armadas,
al Poder Judicial, al Poder Legislativo, a la prensa libre, y finalmente,
cambiar las Constituciones de cada uno de los países. O sea, destrozar de raíz
la República, y con esto, el poder de los individuos.
Aunque parezca una locura, todo
esto sucedió en gran parte del cono sur americano. Los países dónde más han
avanzado en sus planes, por cuestiones de coyuntura, son Argentina, Bolivia,
Ecuador y Venezuela. No obstante, el poder del Foro de Sao Paulo llega a todos
y cada uno de los países y su influencia no es menor, ni mucho menos, inofensiva.
Ante este panorama de peligro
para las libertades individuales en gran escala, la acción del mundo libre ha
sido prácticamente nula.
La Alianza del Pacífico promete
generar un contrapeso a quienes pretenden cubanizar el continente. Un
contrapeso que, ciertamente, no inclina la balanza de manera contundente a
favor de la libertad y de los pueblos rehenes del Socialismo del SXXI.
Los líderes del mundo libre, sobre
todo de Estados Unidos de América, no han sido nunca claros al momento de
expresar las dimensiones preocupantes que el Foro de Sao Paulo podría alcanzar.
Parecen no advertir que el objetivo final es alcanzar la próspera y civilizada
Norteamérica, hundiendo previamente el continente entero en la penumbra.
Mientras los venezolanos de bien enfrentan
valientemente a un dictador que los amedrenta a punta de pistola y los mata sin piedad, el Secretario de Estado,
John Kerry y el Presidente, Barack Obama, han hecho declaraciones propias de
líderes moderados del tercer mundo con respecto al conflicto.
Los tiempos se acortan y el
triunfo de la libertad en Venezuela es fundamental. Si Maduro sale con la suya,
la represión y la concentración de poder en dictadores con aspiraciones
tiránicas que hoy gobiernan bajo el lema de Socialismo del SXXI, nos llevará a
un peligroso escenario dónde narcotráfico, guerrillas y poder absoluto serán el
cóctel perfecto para instalar el peso titánico del Estado, en su peor versión y
respaldado por la peor de las ideas que el mundo haya conocido.
Es fundamental que Estados Unidos
y los países alineados en la defensa de la libertad apoyen de manera
irrestricta al pueblo venezolano y den a conocer al mundo que en Latinoamérica,
el verdadero intruso, conspirador e invasor es Fidel Castro y su ambición
desmedida por someter la libertad a sus caprichos tiránicos de convertirnos en
la Unión de Repúblicas Socialistas Sudamericanas.
Exclusivo para Fundación Heritage
Comentarios
EXCELENTE SU ARTÍCULO, SRA VIRGINIA.
ALEX.---------------------------