“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto, no defenderla” (José de San Martín)
El proceso de independencia Argentina no comienza el 25 de mayo de 1810, sino el 9 de marzo de 1812 con el arribo al puerto de Buenos Aires de la fragata inglesa Jorge Caning. En ella llegaba, entre otros, el Coronel de Caballería D. José de San Martín. Ellos traían consigo un juramento: "el repudio a todos los tiranos y las tiranías". Dicha frase eran las últimas palabras que sellaban el juramento de los miembros de la logia 'Gran Reunión Americana', fundada por el Venezolano Francisco de Miranda (de quién Chávez nunca se acuerda). De esta nace la Logia Lautaro (“Eulogia Lautaro” para muchos adolescentes egresados de colegios secundarios argentinos dónde se aprende de libros oficiales). Fue fundada por José de San Martín, Zapiola y Alvear en 1812, a poco del arribo de los mismos a Buenos Aires.
En ese momento histórico la situación en Buenos Aires era desalentadora en cuánto a independencia. El Primer Triunvirato, de carácter autoritario y centralista, provocó la reticencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Habiendo pasado ya dos años de la Revolución de Mayo, aún se rendía pleitesía a quienes ostentaban títulos nobiliarios, coexistiendo con la esclavitud y la inquisición.
La verdadera revolución, la olvidada Revolución de Octubre (8 de octubre de 1812), dónde los Granaderos de San Martín, unidad del arma de caballería del Ejército Argentino (actual custodia de dictadores electos); el regimiento de artillería de Manuel Pinto, y batallones de infantería de Antonio Ortiz de Ocampo ocuparon la Plaza de la Victoria (Plaza de Mayo) exigiendo la extinción del Primer Triunvirato.
Este sucumbió ante una gesta plenamente apoyada por un pueblo agobiado, saqueado y discriminado por las monarquías europeas. Es el mismo pueblo que alentado por el nítido eco de la Independencia Norteamericana, en la que participó Francisco de Miranda, exigía el cumplimiento de idénticos ideales libertarios.
El mismo 8 de octubre se crea el Segundo Triunvirato convocando a la Asamblea General Constituyente de 1813. En ella se establece la creación del Escudo y del Himno Nacional Argentino, la Libertad de Vientres de las esclavas, la Supresión de títulos Nobiliarios, la calcinación de elementos de tortura, y la eliminación del nombre del rey de España de todo documento público.
Asimismo, entre lo más importante, defiende categóricamente la libertad de imprenta como herramienta primordial para la existencia de una sociedad libre. Este derecho está siendo claramente conculcado por algunos tiranos bananeros que, haciéndose llamar ‘presidentes’ y ‘presidentas’, mediante la extorsión, ‘fusilan’ la libertad de prensa por el temor de que ésta los ‘fusile’ a ellos. Palabra textual esta, de nuestra supuesta exégeta del pensamiento único ante pollerudos amanuenses, desde el patético ‘Salón de las Mujeres’ sito en la devaluada Casa Rosada.
Victorioso ya de la Batalla de San Lorenzo, San Martín se pone al mando del Ejército del Norte y lo reorganiza haciendo sucumbir al vil invasor. En tanto, la flota del comandante William Brown vence a la Armada realista en Montevideo logrando su repliegue al Alto Perú.
Por enfermedad de San Martín la causa libertadora empieza a verse amenazada. Chile (‘Reino de Chile), el Alto Perú y Venezuela fracasan. Más tarde, El Libertador es designado gobernador de Cuyo, dónde organiza y funda el Ejército de los Andes desde dónde impulsa fuertemente la Declaración de Independencia Argentina, suscripta el 9 de julio de 1916.
Seguidamente, cruza los Andes completando su obra maestra como Libertador del Reino de Chile y Protector del Perú, título al que abdica emprendiendo lo que sería un lento camino hacia el exilio.
No asiste al lecho de muerte de su esposa impedido por orden de Bernardino Rivadavia. Este niega el permiso debido a la pretensión de unitarios de someterlo a juicio. Se afianzan así en la sociedad argentina grupos de cretinos europeizantes deslumbrados con el decrépito continente, traicionando, en el Libertador al ideal americano. Paradójicamente, este se ve obligado a exiliarse en Europa, desde dónde intentó un único y negado retorno
El Libertador, Gral. Don José de San Martín falleció el día 17 de agosto de 1850 en la localidad de Boulogne-sur-Mer, pero siguió vivo en la obra de Juan Bautista Alberdi, quién con sus Bases logró transformar a un país amotinado en una República próspera cómo pocas, producto de la constitución de 1853, la cual solo pudo ser disfrutada por pocas generaciones.
La verdadera muerte de San Martín se inicia entrado el siglo XX, dónde la historia argentina es deliberada y sustancialmente fraguada con el fin de imponer la aberrante ‘enseñanza patriótica’. Ésta solo logró una seguidilla de mayorías decadentes. De compadritos embelesados con los burdeles franceses, primero; otras embrujadas por el justificado silencio de ‘el peludo’ y con el populismo de ‘el general’, segundo; y por último, una generación de ociosos populistas que sólo aspiran figurar en las nóminas estatales con el argumento de pertenecer a alguna ‘ideología’, destruyendo los laureles que otros supieron conseguir.
Pero San Martín vive en la inmortalidad de las almas de los que jamás ni encadenados, seremos esclavos; en las almas de los dignos que soñamos y soñaremos con la libertad hasta el fin de los tiempos; en las almas de los que no justificamos la vida sin ella; y en las almas de los que no permitiremos que una turba ruin de hipócritas malintencionados pretendan empañar su genial gesta intentando un nuevo ostracismo a través de la deformación deliberada de la historia. Jamás compararemos al Santo de la Espada con Guevara, ícono de la nueva esclavitud.
Virginia Tuckey.-
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